domingo, 3 de julio de 2011












Sigrid y natura: mariposas, moluscos, hoja de coca

Ana Meléndez Crespo*

Imagen de cromo intenso, estampa de biología, especie de gabinete, ala cubierta de escamas, tronco armado en segmentos. Definición de la ciencia: lepidóptero, insecto. Tiene trompa chupadora, que se enrolla en espiral. Es pura metamorfosis, del huevo viene la ninfa; la oruga devora hojas, es crisálida en capullo, se encierra quieta y madura. De repente es mariposa, de tornasoles azules, amarillo, ocre, naranja; en gamas de mil colores, dibujos, combinaciones. Vuela libre en la floresta, entre las rocas de mar, sobre hojarasca rojiza, chupa sales de la tierra concentrada en su tarea, plana y línea de perfil.

Puede ser también papel, mariposa de origami. Cuerpo fino, delicado, sostenido en filigranas. Si me miras, no me toques, puedes dañar mi estructura. Llévame en una caja, si transparente, mejor. Y obséquiame a una dama o a tu chica, tu amor. Y si de acuarela es, esmalte o temple en madera, bástenos la intención de ofrecer tan bello ser, al deleite y la memoria. Es que Sigrid es así. Ocupada de natura, de lo que no por pequeño ha de ser minimizado.

Esos moluscos en pie, en su espacio milenario, de un mar en espirales, son una reja Nouveau, en verde, y por qué no, si en el fondo del océano vive el plancton y el oleaje lame arenas con escobas diatomeas, y un puñado de algas forma mullidas alfombras. La artista paceña de hoy nos conduce a recordar la osadía de Mackmurdo –el arquitecto inglés- de componer sus dibujos con curva ondulante y suave, sensitiva, evocadora, de una antena de insecto, de un ramillete de lirios, de una llama sutil, enlazándose con otras. Y ya han pasado cien años de aquella modernidad que hizo revuelo en Europa.

De la libélula dicen que es caballito del diablo, será por la rapidez con la que agita sus alas, y se escabulle al instante, se detiene en el aire y se vuelve a escabullir. Su color es tornasol, como pompa de jabón. Con tamaño ojo esfera, persigue a su alimento; es insecto insectívoro. Anisóptero, odonato, es su nombre oficial. Sigrid acude así a singular deducción: si la libélula es al agua en su capa superior, el alegre oleaje es a la libélula al ras.

Del insecto a las plantas media apenas un suspiro, a veces va por las ramas fundiéndose en las formas, los colores de las hojas, las texturas de los troncos en perfecto mimetismo. El hombre aleja al insecto cuando daña el alimento, grano, fruto, tallo o flor. De especies y variedades que dan productos y esencias, perfumes y mil aromas que deleitan al olfato. Protege a las que tienen propiedades de curar, de milenario empleo, y que a fe de cualquiera alivian sin objeción, tanto que industria, farmacia, la química, el comercio, usan de ellas un primor.

En las sierras tropicales de húmedo y puro ambiente nació poderosa planta cuya hoja es de virtud; da fuerza, energía y combate la fatiga, el dolor. Milenario es su uso en zonas de extrema altura, donde el corazón humano alterado suele andar. Hoja de coca le llaman, igual que le conocieron en las antiguas culturas asentadas en el Ande, de yermas, extensas zonas. Porque de tiempos lejanos, la planta fue cultivada con mayor intensidad, cuando el español llegó a la América indiana y de la tierra sacó la riqueza mineral, la hoja tiene una historia de cultivo, de cosecha, de uso al natural.

En sinécdoque de Sigrid, la mano del campesino simboliza la cosecha, el corte de la entidad cuyo destino no era sino servir de acullicu, de infusión, de uso común, en la modesta porción. Pero quiere remarcar, que al lado está la huella, la herida que alteró el destino de la hoja que química la volvió, veneno que aniquila, y que genera ambición, caudales, ríos de billetes, que sostienen a imperios, causando muerte y dolor.

Y en relación con la altura, hay un Illimani rosa, rodeado o enmarcado por un cielo estrellado, con nubes que crean texturas de manchones entre verdes, donde tímido asoma o puede que se esconda el dios Sol de Tiwanacu. El perfil de la ciudad tan plano como el nevado, revelan, hecho curioso, una urbe que al dormir se quedó en la penumbra; pero de sueños felices, si no el rosa fuera gris.

De la danza, del vestir, de la vida, del pensar, del hacer y del desear, va siempre en innovación Sigrid Alvarez, que hoy radica en La Paz, nutrida por la experiencia de acercarse y hacer arte en latitudes diversas. Expuso en varios eventos organizados por la Embajada de Bolivia en México.

*Historiadora del arte. Universidad Autónoma Metroplitana, Azcapotzalco

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